Los pueblos, más allá de la visita de los domingos
Vivir en el campo de manera sostenible y en transición
Lourdes Jiménez. Redacción. Revista Ecologista nº 91, Diciembre de 2016
El entorno rural, cuya población describe a los urbanitas como los “domingueros”, esconde las claves para afrontar la era post-petróleo. Alrededor de 50 iniciativas locales están llevando a cabo una transformación para afrontar los retos ambientales del futuro, consiguiendo ser más resilientes y menos dependientes de las energías fósiles.
Tradicionalmente, en las zonas rurales de España se sabe que es agosto porque, por lo general, los tomates ya no caben por ningún rincón de la casa. Y no sabes si hacer gazpacho, pisto, salmorejo o todo a la vez. Es la temporada de esta hortaliza tan popular en los huertos y, aunque no tengas uno, siempre hay quien te regala unos cuantos. “La colaboración y la ayuda mutua es mucho más factible en el entorno rural”, asegura Miquel Tort, de Argelaguer en Transició, un colectivo de este pequeño pueblo catalán que comenzó su andadura en 2012 con el objetivo de concienciar a las gentes del municipio sobre la “necesidad de actuar para abordar las consecuencias del fin del petróleo barato y abundante, el cambio climático y el agotamiento del actual modelo económico”, porque considera que la vida en las zonas rurales hace más fácil la posibilidad de, por ejemplo, coger agua del pozo, criar gallinas para tener huevos o, simplemente, plantar un huerto.
Según la Red de Transición en España, existen alrededor de 50 iniciativas locales a lo largo y ancho del Estado y otras 40 son “afines al movimiento” [1]. Unas bajo la etiqueta de “transición”, otras prefieren albergarse bajo el paraguas del “decrecimiento” o, simplemente, autodenominarse “alternativas”. Algunos pueblos se autoproclaman “ecoaldeas”, como Valdepiélagos, a escasos kilómetros de Madrid; otros, como Aineto, al norte de Huesca, tienen una historia más compleja ya que se trata de una aldea que quedó deshabitada tras la Guerra Civil y que posteriormente fue ocupada por un grupo de personas con ganas de reconstruirla y darle un futuro sostenible.
En el caso de Argalaguer, Girona, Tort empezó con un blog y ahora el pueblo, de unos 400 habitantes, cuenta con numerosas actividades encaminadas a este fin: asambleas mensuales, grupo de consumo, huerto comunitario, farmacia viva, excursiones a la montaña, fiestas anuales de aniversario cada primavera y la Feria del Dar cada otoño, talleres y conferencias.
Su concejal de medio ambiente, Oriol Mascaró, que además es agricultor agroecológico en la zona, explica que uno de los objetivos del Ayuntamiento es apoyar este tipo de iniciativas. Como administración local, se están marcando algunas metas como disminuir un 10% el gasto eléctrico o empezar a gestionar el compost.
“Yo fui uno de los primeros en ocupar esta aldea”, cuenta Paco Muñoz desde Aineto, donde la cobertura brilla por su ausencia. “Vivir en las montañas tiene estos inconvenientes”, bromea, aunque asegura que “las ventajas los superan con creces”. Una de las acciones más populares de esta aldea, donde habitan alrededor de 30 personas, es su muestra de cine “Ruralidad, Rebelión y Resistencia”, que va por su cuarta edición.
Mientras, hay municipios como Portillo, en Valladolid, que han optado por organizarse en grupos de trabajo: grupo de autosuficiencia energética, grupo de consumo, de crianza y de huerto ecológico. Lejos de adoptar una postura catastrofista, por la situación económica actual y el agotamiento de los recursos, Portillo en Transición busca adaptar su estilo de vida a las circunstancias actuales y venideras. “No se trata de volver a las cavernas, si no de mantener —incluso mejorar— la calidad de vida en nuestra comunidad al tiempo que reducir nuestra dependencia del petróleo utilizando menos energía y menos recursos en general”, aseguran desde la plataforma.
La vida urbana adoptada en los pueblos
Pero lejos de idealizar la vida en el pueblo, el discurso pesimista no se esconde. Como señala Tort desde Argelaguer, “el problema es que la mayoría de la población tiene una mentalidad y una forma de vida prácticamente urbana aunque viva en un entorno rural” y reconoce que es difícil llegar a la gente. “Aquí ya todos somos urbanitas y vivimos como urbanitas. Compramos en los mismos supermercados, viajamos a los mismos destinos, tenemos los mismos electrodomésticos, los mismos trabajos y los mismos problemas de paro, desigualdad, precariedad e insolidaridad que quien pueda vivir en Olot, Girona o Barcelona”, lamenta. Por eso, para él es igual vivir en la ciudad que en el pueblo a la hora de afrontar la era post-petróleo ya que “la gente no tiene ni la predisposición, ni los conocimientos, ni las habilidades necesarias para aprovechar la ventaja que supone vivir en el entorno rural”. Además de esto, según previsiones de la ONU, para el año 2050 seremos 9.600 millones de personas en el mundo, de los que 6.300 vivirán en las ciudades[2].
Por ello, Ana Huerta de la Red de Transición asegura que hay que “atacar lo rural”, porque, aunque para ella el mayor inconveniente es que en el contexto rural “las personas tiene una menor apertura para estas ideas de cambio”, sigue habiendo muchas ventajas que hay que aprovechar: “las personas se conocen, son conscientes de los retos del municipio y a la hora de participar son más proactivas”. Huerta incide en que hay que “recuperar la sabiduría popular”.
Para ella, es muy importante acercarse a la gente de los pueblos sin prejuicios, apreciando lo que ya están haciendo “aunque no esté bajo ninguna etiqueta”. “A veces, simplemente hay que decirles que eso que ya están haciendo, que es lo que hacían nuestros abuelos, aumenta nuestra resiliencia y fomenta el cambio”, explica, para que tomen conciencia del impacto de sus acciones, como ir a comprar a la tienda de toda la vida en vez de al gran supermercado; o salir a cenar al bar del pueblo en vez de al McDonals de la ciudad de al lado, algo que, por ejemplo, terminó cerrando el restaurante de la cadena estadounidense en Olot por falta de clientes[3].
Por ello, desde la Red de Transición, han puesto en marcha el proyecto piloto Municipios en Transición. “Nos preguntamos cómo sería conseguir que los ayuntamientos participaran activamente junto a las personas para poner en marcha estas iniciativas”, explica Huerta. Abrieron una convocatoria para las administraciones locales a la que se presentaron 15 localidades de todo el Estado. Eligieron tres: Argalaguer en Cataluña, Carcaboso en Extremadura y Orendain en País Vasco.
Huerta señala que para este proyecto han contado con una pequeña subvención de la Unión Europea. “En realidad es una perversión política. Las ayudas se dan porque es algo que está de moda, más allá de que entiendan lo que realmente queremos”, sentencia. En este sentido, la perversión se hace más plausible cuando, al mismo tiempo, la nueva Política Agraria Común (PAC) 2015-2020 ha aumentado las ayudas a la agricultura tradicional, a pesar de que según cálculos de Ecologistas en Acción, la energía utilizada en la agricultura y los cambios de uso del suelo para aumentar la superficie agraria provocan unas emisiones que pueden superar el 30 % de las totales[4].
Zonas rurales, el origen de la comida
Prácticamente todas las iniciativas locales cuentan con un proyecto que tiene que ver con alimentación, con un tipo de agricultura, con huertos… En el artículo “Lo agrario… ¿pertenece al pasado o al futuro”[5] recientemente publicado en la revista Papeles por el investigador en agroecología y miembro de Ecologistas en Acción Daniel López, se plantea que “el cambio global en curso resitúa la agricultura sostenible como un elemento clave en el futuro de nuestra sociedad”, sin embargo, y en la línea de lo que señalaba Tort, López afirma que “más de cinco décadas de industrialización agraria y de reestructuración rural nos han conducido a un medio rural insostenible (ecológica y socialmente), desagrarizado y por tanto dependiente de las ciudades desde una perspectiva económica y, especialmente, cultural”, además de ser fuertemente subvencionado.
Sin embargo, en su artículo, López indica que el medio rural, efectivamente, “encierra recursos y claves imprescindibles para la reconstrucción de caminos hacia la sostenibilidad de nuestras sociedades”. Es, a fin de cuentas, darle la vuelta al panorama pero no para volver a un sistema de campesinado explotado, sino a un proceso de “recampesinización” que hoy ya se está dando en los medios rurales de los países industrializados, “como resistencias de los pequeños actores frente a la globalización alimentaria”, sentencia.
Notas
[1]http://www.reddetransicion.org/donde/
[2]http://www.un.org/en/development/desa/population/publications/pdf/trends/Concise%20Report%20on%20the%20World%20Population%20Situation%202014/es.pdf
[3]http://www.ara.cat/comarquesgironines/Polemica-McDonalds-Girona-perillosa-politica_0_1261073896.html
[4]http://www.ecologistasenaccion.org/…
[5]http://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/revista_papeles/131/Lo_agrario_pasado_o_futuro_D.Lopez.pdf
https://www.ecologistasenaccion.org/article33728.html

Vivir en el campo de manera sostenible y en transición Lourdes Jiménez. Redacción. Revista Ecologista nº 91, Diciembre de 2016 “La colaboración y la ayuda mutua es mucho más factible en el entorno rural”, asegura Miquel Tort, de Argelaguer en Transició, un colectivo de este pequeño pueblo catalán que comenzó su andadura en 2012″ (Foto: Lejarza – Garrotxa)